Había un grifo que goteaba. Lo sabía, estaba totalmente seguro. El problema es que no me quería levantar, estaba hecho polvo. Pling, pling, pling…
Cuando no pude más, me levanté. No sabía dónde estaba, solo sabía que aquella no era mi casa. La cama chirrió y me estremecí. Abrí la puerta de mi habitación y mis ojos se acostumbraron a la penumbra. Estaba en un pasillo enorme, muy largo, en un primer piso (o tal vez un segundo), y tenía miles de puertas a derecha e izquierda. Aquello parecía un escenario de una película de terror.
Me pareció escuchar unos pasos, y me cabreé con mi imaginación, que empezaba a jugarme malas pasadas. Así que decidí buscar el ruido que me había hecho levantar. Tanteando me topé con la primera puerta que había yendo a la izquierda, e intenté abrirla. Nada.
Seguí a lo largo del pasillo y la segunda sí que se abrió. Entré dentro de la habitación, pero no se veía nada. Encontré un interruptor, lo encendí y la luz iluminó un escenario de lo más surreal: en la habitación había dispuesta una larga mesa, en la cual había gente cenando. Había varias cosas que no cuadraban… ¿por qué estaban cenando a oscuras? ¿Por qué no me decían nada, como si no me vieran? Y, la más importante: ¿qué diablos hacía yo allí?
No recordaba nada, así que hice un esfuerzo. Llegué a la conclusión de que, delante de esa gente que cenaba, solo me pondría más nervioso, así que salí.
En la siguiente habitación había un corral lleno de gallinas y cerdos. Me estaba estresando bastante, no entendía nada. Pensé que tal vez era un sueño, pero aquello no tenía ninguna pinta de serlo. En la siguiente habitación sólo había un espejo… en el que había algo escrito.
“La verdad, al final”
Era todo lo que ponía. Al fijarme mejor, me di cuenta de que estaba escrito con sangre. Me asusté mucho al no entender el significado de la frase. ¿Qué verdad? ¿Qué final? Entonces volví a escuchar el goteo, y me giré.
Del techo colgaba tía Marie ahorcada. La sangre caía gota a gota….
- JON! ¿QUÉ DIABLOS CREES QUE HACES?
- Mamá… sólo es un cuento…
- No me pongas ojitos, sabes perfectamente que cuando papá os cuenta estas cosas luego no dormís bien.
- Cariño…
- Tú cállate, cállate que esta noche la tendremos. Niños, a la cama. Y cuando tengáis pesadillas será papá quien os venga a buscar. ¡Ahora!
- Pero amor…
- De amor nada, Jon. Sabes cómo odio que hagas eso. Vete a arropar a los niños, y luego ya hablaremos. Me voy a la cama que mañana tengo que madrugar.
Me dirigí al dormitorio de mis hijos cabizbajo, aunque sabía que Nora tenía razón. Camil y Erik eran aún pequeños como para imaginarse a su tía ahorcada…
- Papá, ¿mamá y tu no os vais a divorciar, verdad? Es que Diego se pasa las clases llorando porque sus padres ya no viven juntos… - Pobre Erik, él debe de estar pasándolo mal… Dios mío, soy un padre muy poco sensato.
- Claro que no, cariño, pero tenéis que dejar de pedirme que os cuente este tipo de cuentos, que si no mira como se pone mamá.
- Papi… - Camil me mira con esos ojos preciosos que ha heredado de su madre. Quiere pedirme algo, seguro… Nora me miraba igual cuando quería cualquier cosa de mí. Y lo conseguía…
- Dime, cielo.
- ¿Qué pasó al final con la tía? – lo imaginaba.
- Veréis, niños, os he mentido un poquito… Esta historia no me pasó a mi sino que me la contó vuestro abuelo… Y justo cuando llegó a esa parte, nos interrumpió vuestra abuela, diciendo que no debería contarme esas cosas, que era un crío…
Ir.
"Y justo cuando llegó a esa parte, nos interrumpió vuestra abuela, diciendo que no debería contarme esas cosas, que era un crío…" El cicle de la vida...
ResponderEliminarjajajaja bastant :)
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