viernes, 10 de junio de 2011

Una velada tranquila

Había un grifo que goteaba. Lo sabía, estaba totalmente seguro. El problema es que no me quería levantar, estaba hecho polvo. Pling, pling, pling…

Cuando no pude más, me levanté. No sabía dónde estaba, solo sabía que aquella no era mi casa. La cama chirrió y me estremecí.  Abrí la puerta de mi habitación y mis ojos se acostumbraron a la penumbra. Estaba en un pasillo enorme, muy largo, en un primer piso (o tal vez un segundo), y tenía miles de puertas a derecha e izquierda. Aquello parecía un escenario de una película de terror.

Me pareció escuchar unos pasos, y me cabreé con mi imaginación, que empezaba a jugarme malas pasadas. Así que decidí buscar el ruido que me había hecho levantar. Tanteando me topé con la primera puerta que había yendo a la izquierda, e intenté abrirla. Nada.

Seguí a lo largo del pasillo y la segunda sí que se abrió. Entré dentro de la habitación, pero no se veía nada. Encontré un interruptor,  lo encendí y  la luz iluminó un escenario de lo más surreal: en la habitación había dispuesta una larga mesa, en la cual había gente cenando. Había varias cosas que no cuadraban… ¿por qué estaban cenando a oscuras? ¿Por qué no me decían nada, como si no me vieran? Y, la más importante: ¿qué diablos hacía yo allí?


No recordaba nada, así que hice un esfuerzo. Llegué a la conclusión de que, delante de esa gente que cenaba, solo me pondría más nervioso, así que salí.

En la siguiente habitación había un corral lleno de gallinas y cerdos. Me estaba estresando bastante, no entendía nada. Pensé que tal vez era un sueño, pero aquello no tenía ninguna pinta de serlo. En la siguiente habitación sólo había un espejo… en el que había algo escrito.

“La verdad, al final”

Era todo lo que ponía. Al fijarme mejor, me di cuenta de que estaba escrito con sangre.  Me asusté mucho al no entender el significado de la frase. ¿Qué verdad? ¿Qué final? Entonces volví a escuchar el goteo, y me giré.

Del techo colgaba tía Marie ahorcada. La sangre caía gota a gota….

-          JON! ¿QUÉ DIABLOS CREES QUE HACES?
-          Mamá… sólo es un cuento…
-          No me pongas ojitos, sabes perfectamente que cuando papá os cuenta estas cosas luego no dormís bien.
-          Cariño…
-          Tú cállate, cállate que esta noche la tendremos. Niños, a la cama. Y cuando tengáis pesadillas será papá quien os venga a buscar. ¡Ahora!
-          Pero amor…
-          De amor nada, Jon. Sabes cómo odio que hagas eso. Vete a arropar a los niños, y luego ya hablaremos. Me voy a la cama que mañana tengo que madrugar.

 Me dirigí al dormitorio de mis hijos cabizbajo, aunque sabía que Nora tenía razón. Camil y Erik eran aún pequeños como para imaginarse a su tía ahorcada…

-          Papá, ¿mamá y tu no os vais a divorciar, verdad? Es que Diego se pasa las clases llorando porque sus padres ya no viven juntos… -  Pobre Erik, él debe de estar pasándolo mal… Dios mío, soy un padre muy poco sensato.
-          Claro que no, cariño, pero tenéis que dejar de pedirme que os cuente este tipo de cuentos, que si no mira como se pone mamá. 
-            Papi… - Camil me mira con esos ojos preciosos que ha heredado de su madre. Quiere pedirme algo, seguro… Nora me miraba igual cuando quería cualquier cosa de mí. Y lo conseguía…
-          Dime, cielo.
-          ¿Qué pasó al final con la tía? – lo imaginaba.
-          Veréis, niños, os he mentido un poquito… Esta historia no me pasó a mi sino que me la contó vuestro abuelo… Y justo cuando llegó a esa parte, nos interrumpió vuestra abuela, diciendo que no debería contarme esas cosas, que era un crío…




Ir.

miércoles, 1 de junio de 2011

Cuando hablan los mayores

Al ver entrar a mamá en mi cuarto con una media sonrisa en la cara (un poco diabólica, la verdad), me preparo para una conversación larga y filosófica.  Me empiezo a despedir de Julio, porque parece que esto va para rato.
-         -  Hola cariño, ¿qué haces?
-          - ¡Mamá! Pues nada, charlando con Julio.
-          - Eso es algo, ¿por qué dices nada entonces? – comenta mientras empieza a abrir cajones, mirar debajo de la cama, abrir armarios…
-         -  Mamá, ¿qué haces?
-          - Buscar a Julio. ¿No me has dicho que hablabas con él?
-         - Mamá, Julio está en su casa. En San Cugat.
-         - ¿Y des de allí te escucha? Caray… ¿es músico?
-         - Mamá… - lo hace a propósito: tengo que admitir que es la ama, hablando alto y claro. - Está bien, dialogo con el por escrito a través de una red social (facebook, vamos), ¿mejor?
-         - Mucho. ¿Qué tal tu día?
-         - Sin nada digno de mención, la verdad. No ha fallado ningún profe, así que…  ¿Y el tuyo?
-         - Pues un desastre, la verdad. – se sienta en mi cama, y me reúno con ella.- Nuestro jefe se jubila. Hoy nos han presentado al nuevo y… caray. Es peor que…
Pero no llego a oír quien es un ángel en comparación con su nuevo jefe, porque en ese momento suena el (pling!) que indica que alguien me ha enviado algo.

-       -   ¿Y eso qué es?
-        -  Julio, que me dice algo. Vaaaale, que me escribe algo.
-         - Aha. ¿Y qué escribe? – cotilla.
-          -Nada, dice que buenas noches.
-          -Escribe.
-          -Eso.
-          -Así que buenas noches… ¿sabes de dónde viene esa expresión? ¿Por qué decimos buenas noches en vez de buena noche, por ejemplo?
-          -Pues no, de dónde viene. La verdad es que nunca me lo había preguntado.
-          -Se dice que viene de la antigüedad.  Antes, como no había facebooks ni todas estas cosas tan modernas, cuando te despedías de alguien no sabías cuánto tardarías en volver a verlo: por si acaso, le deseabas no sólo que tuviera una buena noche, sino todas las que iban a pasar hasta que volvieras a verlo.
-         - Ah, y también con los buenos días, y… -  me paro porque veo que ha soltado una fuerte risotada, y hago una rápida asociación de ideas. – Me estás timando, ¿verdad?
-          -Esta explicación (que como acabamos de comprobar puede colar perfectamente) se la inventó en su día un amigo mío, imagino que con tal de sorprenderme.
-          -Un amigo… seguro… - estoy dispuesta a devolverle la jugada de antes.
-          -Claro que sí, más quisieras tú: un cotilleo.
-          -Va, cuéntame la historia entera.
-          -La verdad es que es una de las historias más apasionadas que me han sucedido nunca, y ni siquiera se la he contado a tu padre.
-          -¿De verdad?
-          -Te lo prometo.
-          -Imagino que después de soltarme el rollo me la contarás, ¿verdad?
-          -Pues verás, nos conocimos en una acampada de estas que organizan los casales de jóvenes y estas cosas. Yo me acababa de pelear con una amiga, y me fui a dar una vuelta por ahí. Me desvié por un sendero secundario que iba a parar a una cueva oscura, así pequeñita, donde se estaba muy fresquito.
-         - ¿Te metiste ahí dentro?
-          -Claro. A mí no me preocupaban esas cosas. Total, que me metí dentro, y ¿sabes qué pasó?
-          -¿Había una serpiente dentro?
-          -Ya estaba ocupada.
-          -¿En serio?
-          -Allí estaba él. De espaldas a la entrada, en un rincón oscuro. Digamos que me costó bastante verlo. Y entonces se giró, me vio y se volvió a dar la vuelta rápidamente. ¿Sabes por qué?
-          -¿Por qué?
-          -Estaba llorando.- me quedo muda de asombro. – Entonces se levantó y se adentró en la cueva, con lo que me di cuenta de que no era tan pequeña ni estrecha como yo había supuesto. Y le seguí. Porque yo no podía dejar a una persona en ese estado.

>> Al principio me ignoró, pero que alguien te siga por un túnel casi a oscuras no es una cosa fácil de pasar por alto. Así que se detuvo, se sentó en el suelo y se puso a observarme.
-           -¿No me vas a dejar en paz, verdad?
-          -No voy a preguntarte qué te pasa, porque a lo mejor no me lo quieres contar. Me voy a quedar aquí a tu lado hasta que te calmes, si hace falta te daré un abrazo y luego te acompañaré hasta la salida, que con la broma la hemos dejado un pelín lejos.  – Entonces empezó a llorar todavía más. Me senté a su lado, y le pasé un brazo por el hombro. Enseguida se recostó en mí, y estuvimos así, sin movernos, el sollozando, yo acariciándole el brazo, durante más o menos media hora.
-         - ¿Te importa que te lo cuente? Necesito explicárselo a alguien…
-          -Sin problemas. –Sonreí.
-          -No te rías, ¿vale?, pero me acaba de dejar Maya. Ha sido muy humillante, porque me ha dejado al bajar del tren, delante de todo mi esplai.
-          -¿Enserio? Me gustaría saber por qué lo ha hecho.
-          -¿Dejarme, o dejarme delante de todo el mundo?
-          -Las dos cosas.
-          -Porque le puse los cuernos, y no tengo ni puñetera idea.
-          -¿Sabes? No me lo creo. ¿Enserio la engañaste?
-          -No. Pero ella dice que me vio el otro día por la calle con un tío, liándonos.
-          -Pero es falso.
-          -Exacto.
-          -Y, ¿hay alguna razón en concreto por la que te haya llamado gay? ¿Alguna vez te ha interesado sexualmente un chico?
-          -¡Mamá! – no puedo evitar interrumplirla.
-          -¿Qué?
-          -¿Enserio le preguntaste eso a un chicho al que acababas de conocer?
-          -Te lo prometo. ¿Qué hay de malo? Yo creo que le hizo gracia.
-          -Vale, sigo, ¿o no te interesa?
-          -Claro.
-          -La verdad es que nunca me han interesado los hombres más que como amigos.
-          -Pues o es una zorra o yo no la entiendo. Pero, sea lo que sea, te mereces alguien mejor.
-          -“Le dijo la recién desconocida al muchacho”
-          -Con cinco minutos me basta para conocerte, ¿Sabes? – le repliqué.
-          -Qué mona eres.
-          -Si tu lo dices… ¿Quieres un abrazo?
-          -Por favor.
Y nos abrazamos durante un largo rato, en el que los dos disfrutamos de tener a alguien que, por un momento, nos prestara atención sólo a nosotros.
-          -Porque eso va muy bien de vez en cuando, cariño. Saber que alguien piensa solo en ti.
-          -¿Y qué pasó después?
-          -¿Cómo? Mira, yo te he contado la historia del día que conocí el chico que me contó la idea de por qué decimos buenas noches en vez de buena noche, el resto te lo montas tú.
-         - ¡Pero mamá! – protesto.
-          -Hija, ¿no tienes suficiente en saber cómo conocí a vuestro tío Carlos?

A
      Éste es un guiño para mi amigo Nandiz. Pasa una buena tarde :)

      Ir